jueves, noviembre 15, 2007

El personaje II


Magda mira por la ventanilla del tren de cercanías, La Cruz de los Caídos se recorta al fondo, en el horizonte, y brillan las lucecitas de las farolas de las nuevas urbanizaciones, como cirios de Semana Santa en procesión. El atardecer, de abajo a arriba es rosa, naranja, azul clarito y azul. Parece que detrás de la Cruz está el mar, como si fuera el Cristo de Corcovado.
Jose Luis se sienta a su lado y le dice:
- Está bonito ¿eh?
Magda le mira, si fuera su novia y tuviera que admirar algo de él serían las pestañas largas. Las novias y los novios de los feos siempre consiguen adorar algo con ternura, aunque sean las pestañas. O la sonrisa, que es más subjetivo.
Por lo demás es bajito, muy bajito, lleva la barba y el pelo tipo mosquetero y tiene las piernas arqueadas como los jugadores de fútbol. Pero en eso Magda se fijará luego. Ahora sólo piensa que es demasiado bajito y que lo único que podría alabar en él son las pestañas.
Jose Luis le cuenta que tiene una moto de 1100 cc., amarilla chulísima, ahora la deja en la estación y coge el tren para bajar a Madrid porque hace frío. Tan bajito y con esa moto debe ser un tipo muy inseguro. También le cuenta anécdotas de su trabajo, no queda claro a que se dedica, habla de proveedores y merchandising. Magda saca estas conclusiones: Jose Luis es un tipo que se ríe de sí mismo, caballeroso, al que seguramente le gustan por igual niños y perros y apostaría a que le llama la atención la cultura oriental.
-Siempre he querido ir a China- le dice Magda en un momento en el que cree que viene al caso.
-A mí me encanta, con sus pros y sus contras ¿eh?- Jose Luis se sube en sus ojos como si fuera un tranvía- -Es una cultura tan diferente.
-Están muy avanzados- dice ella orgullosa de su acierto.
-Aunque son muy machistas.
-Y comunistas.
Se ríen porque China es machista y comunista. Él se siente ingenioso y ella adulada por la china comunista.
-Te he visto más días, siempre miras por la ventana, me llamo Jose Luis, si quieres tomamos algo por Villalba…tú eres de Villalba, ¿no?
Magda sabe que parece simpática, atractiva, madura, con un punto de melancolía y otro de misterio. Y que la gente se pregunta que porqué está sola.

En el “Momentos” el cantante local imita a Silvio Rodríguez. Magda y Jose Luis bromean sobre distintos temas: el cantante, los parroquianos, el paseo en la moto amarilla, la casualidad. Se aceleran y se frenan, se pisan, se callan. Cada uno se apuesta tras una esquina de sus ojos, para mirar y vigilar a la vez. Jose Luis va al baño y ella se fija en las piernas arqueadas pensando que es varonil. Una mujer se acerca a saludar:
-Llevo un rato mirándote y digo, de qué me suena, y luego he caído: de la tienda. Del otro día ¿te acuerdas? Me llevé el chaquetón del escaparate. Es ideal ¿verdad? Estoy deseando que refresque para ponérmelo. Tenéis cosas ideales en la tienda.
Jose Luis sale del baño y observa unos segundos a Magda, quiere que ella también le mire, se sube al escenario ya vacío y empieza a hacer el tonto con el micro. Ella no responde a sus persistentes reclamos visuales, si no que se centra en el entrecejo de la mujer, no la escucha porque se sabe observada. Siente como si un halo de luz delineara su perfil y brillara entre el humo. Jose Luis no sabe si continuar con el ridículo, no tiene sentido sin su espectadora. Baja corriendo y la agarra por detrás, con un exceso de confianza. La mujer se da cuenta de que sobra, sonríe cómplice a Magda y se va a ver si hace frío para estrenar su abrigo.
Se besan. Es un beso de mucha lengua y mucha baba. Cuando acaban, Magda busca apoyar los labios en el hombro de él para secarse. Le cuesta porque él es más bajito.
Después del beso se cuentan relaciones anteriores.
El bar va a cerrar y enciende las luces a bocajarro.. Magda está sentada en un taburete, con ese balanceo pendular de los borrachos. Apoya el codo en la barra para estabilizarse. Parece una vieja puta del Moulin Rouge. Triste, infinitamente triste, más triste que los payasos tristes y los parques de atracciones abandonados. Se le agrieta la cara y tiene los ojos acuosos por el alcohol. Mira a Jose Luis como si fuera un hijo ahogándose en un naufragio. Le abraza. Tan segura, tan sincera, tan vulnerable. Pone en él la confianza de guiar al barco hundido que hay entre sus piernas.

La casa de Magda es un adosado dentro de una larga ristra de adosados, al final de una cuesta. Bajan de la moto amarilla y entran en silencio. Jose Luis tiene metido en la cabeza el olor de humo y sudor del bar. Magda le quita la cazadora y la cuelga. De pronto a él le gustaría hablarle como a las putas de las pelis porno. La besa con violencia y luego le pide que tomen una última copa, ella se mueve solícita. A él le entra muchísima pereza. Como llamar al banco para pedir un extracto perdido. Como saludar a un viejo amigo de tus padres en un tren. Sale de la casa sin hacer ruido y conduce deprisa carretera abajo, por el rabillo del ojo se suceden las casas y las farolas y las mujeres tristes.

Pasados unos días Jose Luis va en el tren de cercanías a Villalba jugando con su móvil, varios asientos por delante de Magda, con su nuca insensible a los ojos de ella. Magda se da por vencida y mira la ventana, como siempre. Está oscureciendo, las cosas son solo sombras, siluetas rellenas de tinta china contra el cielo, al contraluz del anochecer. En el cristal se refleja el interior del vagón, con los periódicos gratuitos desperdigados, un lugar amarillento, sórdido, solitario, mezcla de urinario público y sala de espera de la Seguridad Social.