jueves, julio 19, 2007

La segunda persona


Escúchame ¿vale? Está todo arreglado, no hay ningún problema, podemos estar tranquilos. No empieces a menear la cabeza como siempre porque estás pensando lo que vas a contestarme antes de escucharme. A ese tío nos le hemos encontrado un montón de veces en el ascensor y resulta que es ciego. ¿De qué te ríes? Estoy hablando en serio. ¿Te acuerdas de un día que subíamos con mi primo al ascensor y dije que me iba por las escaleras por si no cabíamos pero al final me monté? Venía también El Tacho. ¿Te acuerdas? El tío empezó a hablar de mí en plan “ya no quedan chicos tan educados”, como si no me viera. Nosotros nos descojonábamos. Bueno, pues es que no me veía, es ciego, de verdad: es ciego. Lo que pasa es que no le gusta reconocerlo y hace con que no.
Mujer, di algo. ¿Te crees que me lo estoy inventando? ¿Qué no estoy igual de agobiado que tú?
Joder. Lo he comprobado. He ido a su casa ahora, me ha ofrecido café y no veas la de trompazos que se ha ido dando por la cocina… pero él hace como si nada. Y lo mejor de todo es que dice que es pintor. Me ha enseñado los cuadros. Bueno, los cuadros, por decir algo. Decía no se qué de la perspectiva t no se cuanto y no se veían mas que rayajos… No, no es abstracto. Es ciego, Carmen, joder, hazme caso. Que no ve ni papo.
¿Me dejas por lo menos terminar?
Anoche no se enteró de nada, el hombre estaba despistado en el portal ¿No te das cuenta de que ni encendió la luz? Por si acaso le he dicho que acabamos de volver de vacaciones y no ha dicho nada, ¡además lo primero que piensa la gente cuando te ve con una alfombra no es que llevas un cadáver dentro! ¡No estoy gritando! Fuiste tú la que dijiste que enrolláramos al Tacho en la alfombra para no levantar sospechas. No te estoy echando la culpa de nada, te digo que no nos ha visto nadie y mucho menos un ciego.
Carmen, por favor, no te obsesiones, si ese hombre lleva la misma ropa que el Tacho es por puta casualidad. No llores, por favor. No nos ha visto, ese tío no ve, ni sabe lo que lleva puesto, de verdad, es una casualidad.