miércoles, junio 27, 2007

La paellera

Cuando Sandra envolvía en papel de periódico el último de los seis platos que le correspondían, apareció Carola y se le quedó mirando en el quicio de la puerta. Sandra notó su mirada pero hizo con que no. Como los camareros que no te quieren atender.
Sandra es pelirroja, con grandes ojos y cuerpo menudo de suaves curvas; podría ser la prota de un libro de Danielle Steel. En cambio a Carola me la imagino como Pedro por su casa en el estudio de Warhol, flaca y ajada.
Sandra cogió una paellera del mueble y la echó a la caja con el resto de enseres de cocina, como si fuera lo más casual del mundo
- La paellera es mía. Mamá me la dio a mí.
El comentario de Carola era de esperar.
- Nos la dio a las dos- Sandra comenzó a cerrar la caja con fingida despreocupación.
Carola avanzó posiciones hasta la encimera y su hermana le lanzó una mirada torva. Nunca he sabido lo que significa “torva”, pero debe ser algo parecido una cimitarra turca.
- Si nos da una paellera para la casa se supone que es para las dos- dijo la de la mirada torva.
- Como es para la casa, se queda en casa-con la cara tensa, puestos a hacer metáforas de armas blancas, como la goma de una ballesta.
- Me dijiste que me llevara lo que quisiera.
Sandra hizo un mohín pero no llegó a terminar el gesto porque se dio cuenta de que no era el momento de pucheritos y además no iba a servir de nada.
- Menos la paellera. La paellera es mía- dijo Carola.
- Si no sabes hacer paella.
- Ya aprenderé. Además tú tampoco es que hayas hecho muchas paellas y para cómo estaban, es mejor que no hagas más.
- Carola, por favor, no seas idiota. No la vas a usar. Qué más te da.
- ¿Que no? Mira, me voy a poner a hacer una paella ahora mismo. Una paella enorme. Y lo que me sobre lo reparto entre los vecinos. O me dedico a hacer catering de paella para las oficinas. Es una idea cojonuda. “Tele paella business” puedo llamarlo. ¿Qué te parece?
- Una gilipollez. El arroz se pasa.
Sandra se echó a reir. Con razón, la verdad.
- ¿De qué te ríes?
- Nada, nada.
- De qué te ríes, dí.
- Pues eso, que el arroz se pasa Carola. Que se te pasa el arroz, vamos.
A Carola el comentario no le hizo ni puta gracia. Normal también.
- Cómprate otra. Esta paellera es mía.
- ¿Para qué voy a comprarme otra?
- Pues no te la compres. Qué manía te ha entrado ahora con la paella.
- Te recuerdo que Rafa es de Alicante.
Si Sandra hubiera dicho “te está saliendo una bomba atómica de la oreja”, la reacción de Carola hubiera sido la misma.
- Y a mí qué- contestó. Una respuesta breve, lo único que le permitió decir la furia que estaba sintiendo.
- A Rafa le encanta la paella. Allí hay mucha tradición.
- Más a mi favor, que lleve él la paellera.
- La tiene en Alicante – Sandra se calló un momento, pensando si debía o no decir lo siguiente y justo al decirlo supo que había tomado la decisión equivocada.
- Y mañana queremos hacer una inauguración, en plan amigos íntimos, preparar la paellita fuera y tomar algo…A ver si me da tiempo a terminar de colocar todo y tener la casa un poco decente.
Entonces Carola abrió desmesuradamente los ojos y la boca, como un dibujo animado.
- Primera noticia.
- Como Rafa no te cae bien, no te he dicho nada-Sandra trató de defenderse atacando, como hace mucha gente.
- Nunca he dicho que me caiga mal. Y en cualquier caso no iría por él, si no por la paella. Así a lo mejor pruebo una paella decente en mi vida-Ya digo que lo hace mucha gente.
Sandra volvió a repasar los pros y los contras de lo que debía decir, le dio pereza y se decantó por ocultarse tras una desvaída bandera blanca.
- Vente si quieres.
Carola, por su parte, dejó de explotar bombas dentro para lanzar granadas de palabras contra su hermana.
- No pienso pisar esa casa. Ni ahora ni nunca. Cuando quieras, vienes a verme.
Dando por finalizada la conversación Sandra cogió la caja, con la paellera inclusive. Carola la interceptó, Sandra puso la caja otra vez en la encimera, Carola sacó la paellera y la dejó encima de la mesa.
- Carola, por favor.
- La paellera es de la casa y en casa se queda. Si quieres paella, ven a casa a hacerla.
- ¿Cómo me voy a venir a hacer la paella?
- Haz aquí la inauguración, así estoy yo también.
Eso era bastante absurdo, en otro momento se hubieran muerto de risa, pero en ese no.
- Como quieras- dijo Sandra desenchufando el microondas.
- ¿Qué haces?
- Lo pagué yo, así que es mío. Me lo llevo.
- ¿Vas a calentar comida preparada para los amiguitos snobs de tu novio?
- Voy a hacer lo que me salga del coño.
- Qué a gusto me voy a quedar cuando te vayas.
- Métete la paellera por dónde te quepa.
- Yo no la quiero para nada.
Carola tiró la paellera dentro de la caja y algo crujió. Sin molestarse en contener su rabia, Sandra volcó el contenido de la caja. Cayeron al suelo platos, vasos, cubiertos, un salvamantel, imanes y la paellera, claro. Hubo un gran estruendo, sobre todo por la vajilla hecha añicos, pero ellas sólo estaban escuchando los gritos que estaban deseando dar.
- Que te jodan. Que falta te hace- gritó Sandra.
- Que te jodan a ti: pija, remilgada, egoísta- gritó Carola.
- Amargada, que estás amargada. Envidiosa.
- Mantenida.

Se clavaron las miradas durante un rato. Parecía que se tejía una tela de araña hecha de hierro candente entre ellas y a su alrededor. Luego bajaron la vista al suelo que era como un cristal roto de una foto de bodas. Entonces Sandra cogió un cepillo y se puso a barrer y Carola guardó cuidadosamente la paellera en otra caja.