viernes, enero 18, 2008

La rana de Coney Island

Decidieron que irían al cine a la sesión matinal y luego a un autoservicio de lavandería porque Elena nunca había estado. Habían cargado con los edredones desde su coche y allí estaban: Elena como una niña en el museo de ciencias naturales y Javier como un profe en el museo de ciencias naturales. Sólo había otro hombre, que hacía una sopa de letras mientras esperaba. Sacaron unas cervezas y se sentaron frente a su programa de lavado. Pasaron unos segundos en silencio, mirando a la máquina y dando algún trago a la cerveza. Entonces Elena, casi de improvisto, chocó su lata con la de él.

-Por las palomitas gratis.

Javier se asustó un poco pero reaccionó rápido.

- Ah, ya te dije que mi amiga era muy enrollada. Nos conocemos desde pequeños, casi.

-Me he puesto morada, ahora tendré que hacer dieta de muesly durante una semana.

-Exagerada eres, mujer.

Pero la verdad es que Elena tenía carnes demás. Y papada. Y era mayor. Cinco años más que él.

Ella se rió como acordándose de algo.

-Qué buena la peli. Cuando entra el novio en la habitación.

Javier asintió sonriendo y luego se quedó mirando con gravedad hacia el infinito.

-Así gira la vida-musitó.

Elena trata de averiguar qué extrañas señales está percibiendo Javier del cajón del detergente.

-La vida son círculos-continuó él-no es estar arriba o abajo. Hoy estás aquí y mañana allí. Girando. ¿Entiendes lo que quiero decir?

Claro que le entendía. Ahora iba a contarle otra vez cuando fue campeón de tiro. Apenas habían hablado una docena de veces y ya se repetía como los abuelos de la guerra. ¿Era eso lo que Elena quería para su vejez? ¿Estar dando vueltas como un calcetín alrededor del eje de la lavadora?

-Sí. Que lo importante es el camino, no la meta.

¿De dónde sacaba aquella mujer las frases? ¿De un manual para ser Paulo Coelho? Además no se refería a eso. Eso le sonaba a lo de ”lo importante es participar”.

-Sí, claro, lo importante es participar, no te jode- Javier bebió de su lata.

- Y a ti no te gusta perder ni a las chapas ¿no?- Elena fue a la máquina, echó el suavizante y se sentó de nuevo.

No tenía que haber dicho eso, pensó cada uno por su lado.

- ¿Te he contado lo de Coney Island? – preguntó Javier

- No, ¿qué te pasó?

Se había pasado dos horas jugando en los puestos de la feria sin fallar un solo tiro. Llegó al hotel con un montón de regalos y una bolsa entera de ranas de plástico, de esas que tienen una pestaña atrás para hacerlas saltar con el dedo. Sólo le quedaba una. Era más importante que cualquier medalla que hubiera ganado con anterioridad.

Elena escuchó la historia con atención pero no dijo nada. De pronto, se levantó y enfocó su oreja hacia algún punto.

- Suena como música ¿lo oyes?

Las máquinas de lavado trabajaban al ritmo de su propio chunda chunda. Elena dio unos pasos de cha cha chá. El otro hombre y Javier la miraron extrañados.

En la calle empezó a llover y el repiqueteo de las gotas contra el suelo sonaba como aplausos.

Las carnes del culo le temblaban a aquella mujer como un trozo de gelatina sobre una lavadora centrifugando.

- ¿Sabes que una vez vi actuar a Celia Cruz?- dijo Javier.

- Ven, que te enseño – contestó Elena.

Javier se levantó de mala gana y ella trató de enseñarle unos pasos. Qué tío soso, tenía el mismo ritmo que un ladrillo envuelto en cemento. Sonreía como si fuera guapo. Se afeitaba, se peinaba y se vestía como si fuera guapo, pero no lo era. Bailaban agarrado de la cintura él, del hombro ella.

En un momento dado, arrimaron las caderas. Sus movimientos eran muy lentos. La lavadora centrifugaba a toda potencia. Diluviaba fuera. Se miraron a los ojos. Sonó el clonk del final del lavado. Elena se separó suavemente y dijo:

-Salvados por la campana.

Se puso a sacar los edredones de la lavadora, cuando se volvió hacia Javier él le estaba ofreciendo su ranita de Long Island. Ella soltó la ropa y le abrazó. Se besaron apasionadamente, girando como bailarinas de una caja de música, pisoteando las telas en el suelo.

- Va a haber que lavarlos otra vez.

- Tenemos todo el tiempo del mundo.

2 comentarios:

Laura dijo...

Tu blog... me ha dejado sin palabras. Pero para bien.

No sé, el tiempo se me ha volado mientras me perdía entre tus frases.

Un encanto.

o dijo...

Gracias, Laura. Tus palabras me han dejado a mi también sin las mías. :)